¿Quién aquí se acuerda de Moisés?
Él sería el príncipe de Egipto, si Dios no hubiese cambiado sus planes.
Él fue vivir en el desierto y allá aprendió a cuidar de ovejas.
Todos los días las llevaba para comer y beber agua fresca.
Cierto día, mientras cuidaba de las ovejas en el monte, él vio un arbusto
Que ardía en fuego pero no se quemaba.
Lleno de curiosidad, se aproximó para ver de cerca, cuando, de repente, oyó una voz diciéndole:
Moisés, Moisés, no te acerques, quita los calzados de tus pies, porque el lugar en que tú estás, tierra Santa es.
¿Ustedes saben quién estaba hablando a Moisés, niños?
Si, era él propio Dios.
Dios continúo hablando con Moisés y dijo que oyó el pedido de auxilio de Su pueblo y que estaba viendo el cuanto sufría en las manos del pueblo de Egipto, por eso decidió librarlo de la esclavitud y llevarlo a una tierra buena. Pero, para cumplir Su plan, Dios necesitaba de alguien y escogió Moisés para sacar el pueblo del Egipto.
Oyendo lo que dijo Dios, Moisés quedo muy asustado y con miedo, y hablo para Dios:
¿Quién soy yo para hacer esto?, no tengo ninguna condición de hablar con el Faraón.
Saben niños, Moisés no se sentía preparado para realizar aquella misión, por esto tuvo miedo.
¿Ustedes recuerdan que Dios dijo para él no acercarse a la zarza antes de quitarse los calzados?
Pues, los calzados representan el miedo.
Dios estaba diciendo a Moisés echar fuera el miedo y acercarse a Él con confianza.
Debemos colocar en Dios toda nuestra confianza, sin dudar.
Él hablo a Moisés: no tenga miedo, ve hablar con el Faraón, que yo seré contigo.
Moisés obedeció, fue y Dios dio la victoria.
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